Carta confidencial sobre Buenos Aires
o bien
Del tiempo y la distancia
No sabe Don Pedro de Mendoza ese 3 de febrero de 1536 que está navegando aguas del Rìo de la Plata, el gran estuario.
Busca un reparo para fondear, y amarra. Con la cruz y la espada, y en nombre del Rey, bautiza ese lugar Puerto de la Trinidad de Santa Marìa de los Buenos Aires.
No quedan trazas de la tal fundación, pero el curso del Riachuelo, insinua allí un círculo, una vuelta sobre si mismo. Los pobladores que vinieron y se asentaron después vista la tal desembocadura la llamaron boca del Riachuelo o simplemente Boca, y construyeron casas de lata pintadas de vivísimos colores. Vivieron esos habitantes de los trabajos de puerto: carga y descarga de los barcos cargueros.
Quinquela Martin vivió ese tiempo y esa febril actividad y lo testimonió en grandes cuadros con magníficos y trágicos colores.
El Museo que lleva su nombre, allí mismo frente a esa Vuelta del Río, antigua edificación portual, reune casi toda su producción plástica.
La cancha de fútbol queda un poco más allá...
Pero me he apartado mucho de la historia. He saltado los siglos. Es que la Historia es la sedimentacion de los siglos. Y lo que hoy vemos no son los fundadores, ni Mendoza ni Juan de Garay ni los inmigrantes genoveses que dieron nombre a este aglomerado de pobres casas: Bocca del Riachuelo, asi escrito a la italiana. Queda Caminito, la esquina tanguera y algunos bares-almacenes con letreros prolijamente fileteados que dan sabor antiguo y falsamente folclórico. Pero es turístico y vale. Como es también turístico elegante y chic Puerto Madero. Lejano está el tiempo cuando en esos edificios - también funciona allí la Universidad Católica – funcionaban las oficinas portuarias, los depósitos y el Hotel de Inmigrantes porque los inmigrantes fueron – y se diría que aún lo son- también alguna vez carne de canon para ser almacenada y descargada como las bolsas tristes que cargan al hombro hombres más encorvados y tristes aún como los de los cuadros del tano Quinquela Martín.
Lo que fuere. La Historia pasó porque pasó el tiempo, y también pasó mi tiempo. Pero vale leer La Historia en los poetas:
Borges me susurró que:
Se me hace cuento que empezó Buenos Aaires.
La juzgo tan eterna como el aire y el agua.
Y Manuel Mujica Lainez:
Ciudad plural. Ciudad que no es jamás la misma
y cuya variedad, a quien sabe, abisma.
Post Scriptum
Cuando bajo al pasaje subterráneo que me llevará, cruzando las vias férreas, al otro lado de la estación el que se abre sobre la ciudad, apenas ahí al pie de la escalera, los veo.
Son los músicos callejeros venidos del este. Rumenos o acaso húngaros. Un violín y un bandoneón ...A mi paso arrancan con un tango de la vieja guardia... Como si me reconocieran, como si supieran... que la historia y el tiempo están apelotonados y son uno, todo y siempre, alfa y omega, contenidos en el Aleph, el diamante que Borges encontró en el sótano de Buenos Aires.
Yo vuelvo a mis veinte años camino de la universidad mientras ando este túnel debajo de la estación.
El violín y las fisarmónicas gitanas desgarran: Caminito que el tiempo ha borrado...
ebrero de 2010
Aurelia Rosa Iurilli
Escritora
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